BAJO EL SOL DE MOCORITO

18.05.2019

   Nada más rebasar el arco que anuncia la llegada al Pueblo Mágico de Mocorito, comienza un rectilíneo y cuidado bulevar, de surtida arboleda, floridos arbustos y multicolores bugambilias, por donde se transita sosegadamente. Es un buen momento para comenzar a disfrutar de una belleza, que la naturaleza en su recibimiento, entrega como anticipo.

   Todo es seguir el camino, una vez dentro del pueblo orientarse es sencillo, porque la misma intuición ejerce de guía, encaminándonos hasta la plaza de armas. Es un lugar de trazado sencillo y poca dificultad, pues prácticamente todas las calles llevan al mismo punto, un punto que es origen y causa de la población.

   La calma y la tranquilidad, todavía se enseñorean de las calles, escobadas y despejadas, con escaso movimiento de vehículos y personas. Y es que siendo las 08:45 horas del primer domingo de Junio, para algunos es hora temprana, según como se mire. Más de uno, todavía se estira entre bostezos, aleteando los párpados intentando apartar la nube que se obstina en velar sus ojos. Mientras, los más o mejor las más diligentes, estén terminando de preparar los desayunos, y quizás hasta algún madrugador, vaya dando buena cuenta de un autóctono y rico chilorio, siempre acompañado de un imprescindible y aromático café.

   El día soleado, de ambiente suave y agradable invita a caminar. Una vez, en la Plaza de Armas o de Hidalgo, sobresale un edificio de fachada compacta y austera, muros ciegos y cantería rústica, que silenciosamente guarda y conserva el rastro, la huella jesuítica, reminiscencia de aquella pretérita misión. Esta es la Iglesia de la Purísima Concepción, que presidiendo la plazuela,  se mantiene firme, asentada sobre sus antiguos fundamentos. 

   El sol se eleva extendiendo sus rayos cada vez más, va siendo momento de proseguir el recorrido. El misterio, la intriga se mantiene, lo poco que sabemos es por terceros, que nos precedieron en la visita. Pero no hay duda, algo está sucediendo en Mocorito, algo de lo que todos hablan y no paran. Y ha de ser importante, porque el número de visitantes aumenta a cada fin de semana, superando las expectativas. Llegan de todo el estado y hasta de fuera. El rumor afirma, que todo comenzó un 3 de Febrero, cuando uno de ellos se abrió, siguiéndole otro más y después un tercero, siendo miles a los pocos días, todos levantados, firmes.

   A la salida de Mocorito, cuando dejamos atrás las dos últimas casas inesperadamente aparecen frente a nosotros, es una legión ambarina erguida hacia el sol, un manto pajizo, un mar áureo adueñándose de las miradas.

   Es como un espejo de dorados reflejos, donde los girasoles son protagonistas únicos, hijos de un Dios Sol, un paisaje insólito de composición extraordinaria, incomparable, propia de otras latitudes. De unas tierras lejanas, bañadas por un mar fenicio y romano, donde el sol, refulgente, se esparce sobre sobre verdes viñedos y olivares, custodiado por legiones de áureos pétalos. 

   Paisaje, cuadro único que encontramos en la Toscana, donde las vides y olivos se emparejan con los mares amarillos. Es la Patria adoptiva de los girasoles, la Toscana, madre de todos los Girasoles, del "Helianthus Annuus" latino, o del más cantarín y romántico "Bramasole", de la siempre melosa Italia. 

   "Bramare Le Sole" o anhelar el sol, eso hace nuestro "girasol", que cada mañana nada más aparece el Astro Rey, levanta su corona y estira el tallo, transmutado en hipnótico e incansable seguidor del sol, un enfebrecido adepto de la dorada luz. 

   "Cuentan que construyeron la vía férrea de los Alpes entre Viena y Venecia antes de que existiera un tren que pudiera realizar el trayecto, aún así lo construyeron, porque sabían que algún día llegaría el tren. Si hubiera tomado otro desvío, ahora estaría en otra parte, sería una persona distinta." 

   Así se expresa Frances Mayes (representada por la actriz Diane Lane), en la película "Bajo el Sol de la Toscana". La moraleja que se extrae, nos indica que hay que tender vías, construir las soluciones, dejar de lamentarse y de esperar, crear y poner remedios.

   Eso hizo Mocorito, que al título de "Atenas de Sinaloa" -que ya ostentaba-, añade otro más, la "Toscana de Sinaloa". Mocorito lo ha hecho de nuevo, sorprendiendo, superándose. Con unos extraordinarios y humildes girasoles, atrapó la atención de los medios de comunicación, agencias de viajes, turistas y viajeros, curiosos y metiches. Durante dos periodos del 2019, Febrero y Junio, logró atraer y convocar a miles de visitantes, algunos ya conocían Mocorito y muchos otros la visitaban por primera vez. En todos se generó el deseo de visitar el Pueblo Mágico, gracias a las Agencias de Viaje, que prepararon y promovieron el producto, a las redes sociales, que compartieron miles de imágenes historias y comentarios. Y por supuesto, a la siempre oportuna y espléndida labor de la prensa y radio.    

   Los girasoles dieron mayor "visibilidad" a Mocorito, -tan importante hoy en día- y por ende más promoción y posicionamiento.

    La frase de Frances Mayes, nunca fue tan apropiada para un Mocorito que fija y traza un camino, lleva a cabo los desmontes, abre túneles, construye pasos y coloca los raíles, o lo que es lo mismo, se marca un objetivo y traza el camino. Un tren más que se pone a rodar cargado de girasoles.

   Moraleja: hay lugares que con gran esmero conservan el acervo, la riqueza natural y el patrimonio, pero aún van más allá, como aconseja la lógica y el buen hacer. Crean, construyen, promueven y gestionan nuevos "productos", trabajan en "pro" del desarrollo y la promoción de sus poblaciones, pero siempre, contando con la comunidad y su ingenio. 

"Hacerlo distinto marca la diferencia".

 


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