POR LOS CAMINOS DE GUADALUPE

27.12.2018

   

   A menudo, cuando en la conversación surge el tema de los vinos mexicanos, lo más común es que el pensamiento, de manera automática se dirija al Valle de Guadalupe. También es usual contemplar el Valle, desde una perspectiva uniforme y única. 

   Conforme con esa idea, el Valle de Guadalupe comprendería toda esa vasta superficie que dedicada al cultivo de la vid y elaboración de vinos, principia a 30 kilómetros de la Ciudad de Ensenada, prosiguiendo en constante crecimiento y expansión hacia el interior. Y así es para el que que desconoce o mal conoce, el Valle de Guadalupe y Baja California.

   Latitudes 31 y 32, lugar de arranque de la Vitivinicultura, la hija de un noble latín, que une Vitis, Vinum y Cultus. Tres palabras, tres, de las que sin ser Marcial, ni Virgilio, rápidamente se extrae el significado. Tres en una, con las que injustamente cercenar y reducir una larga, compleja y sin embargo hermosa actividad. Sin embargo y según se mire, para los  tiempos que corren tiene sus ventajas, al suponer un ahorro de palabras e ideas, que es lo que se lleva hoy en día  ¿Quizás es que a buen entendedor con pocas palabras bastan?

   Pero siendo sabedores, de que incluso sin buscarla surge la polémica, en algunas ocasiones es mejor no caminar sobre las aguas, no "tentar" los tres pies al gato. Este Valle de Guadalupe como región vinícola, está conformado por el Ejido El Porvenir, Francisco Zarco y San Antonio de las Minas, tres entidades o subregiones. Aquí está el "Plus Ultra" la puerta grande, la que nos da entrada a la Ruta del Vino de Baja California.

  • El vino entra en la boca
  • Y el amor entra en los ojos;   
  • Esto es todo lo que en verdad conocemos
  • Antes de envejecer y morir.
  • Así llevo el vaso a mi boca 
  • Y te miro y suspiro.

                              William Butler Yeats. Poeta Irlandés.

   Butler, transmite el gozo, la delectación y embeleso que se puede llegar a sentir cuando saboreamos el vino o el amor. Sensaciones y sentimientos que se subliman al maridar ambos, vino y amor. Y si no fuera posible, tener los dos a la vez, no hay duda, bebamos un buen vino, que siempre alegrará el alma.

     El refranero español y la Tuna o estudiantina, que siempre son más directos, afirman que "el Buen Vino alegra el corazón del hombre "Bonum vinum laetificat cor hominis".

   El Valle de Guadalupe se dedica a la vid y al vino, siguiendo la línea o el ejemplo de Napa Valley, salvando las distancias físicas, del tiempo y alguna otra, pues Napa pudo aprovechar otras épocas y coyunturas.

   Gracias a aquellos primeros que se establecieron y confiaron, el Valle está viviendo momentos de auge y crecimiento no solo enológico, también gastronómico, impulsado uno con el otro.

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