¿Quieres PAPA?.... ¡PUES TOMA TRES! Sí señores, así es, cero y van tres. Porque con la edición 2020, serán tres las ocasiones en que PA' LA PAPA se presenta en la Ciudad de Los Mochis. La Feria que el año 2018 dio sus primeros y tímidos pasos, ya celebra, como el que no quiere la cosa su primer trienio. "Norabuena". Y de manera general, parece que mantiene un buen estado de salud, pese que unos virus capitalinos y el malaventurado Covid 19, se dejaron caer generando enfriamientos y algún estremecimiento en la agricultura y cómo no, AL SECTOR DEL TURISMO.
Y aún así, nuestra protagonista está de regreso, nuevecita y recargada, con su característica frescura y lozanía, en plenitud de facultades, vitaminas, fécula y propiedades. Viene dispuesta a cumplir, de la mejor de las maneras, la misión que años atrás -varios miles-, le fue conferida.
Ardua y complicada tarea es la encomienda, porque difícil negocio es satisfacer los paladares y papilas gustativas de viajeros, comensales y adjuntos, colmar las expectativas despertadas y además apaciguar los ávidos estómagos de sibaritas y comilones, que nunca escasean en estas celebraciones.
Pero la "papa" se basta y se sobra para ser plato único, inspiración ilimitada de recetas, fuente y alma de platos impensables, rebosantes de finos cortes, en bastón o en trozos groseros. No importa la forma, el color ni el condimento, solo la papa es necesaria para que DE CUALQUIERA DE ELLOS efluyan los más ricos almidones, sabores y deleites. "Échele papa, no se agüite mijo".
No se agüiten, porque ya huele... Hueleee a Papaaaaaa........, es tiempo de papa. La temperatura del aceite aumenta, las freidoras humean cada vez más, preparadas, bien alistadas, esperando a la reina de la fiesta, a la gran protagonista. Se rumora que ahí viene, que ya la vieron por el Rosendo G. Castro. De verdad, palabrita de honor......
"¡ Verás tú....que sí....que sí..! Que esta mañana iba yo por la Rosendo, cuando a la altura de la calle Zaragoza, la vi llegar.... ¡Fíjate, en un camionetón, muy bien acompañada...! ¡Le dieron lugar preferente....escenario y de todo!
Así sería el cuento o la historia de la llegada de la Papa, a esa zona de diseño modernista de la calle Zaragoza a la que les dio por llamar la Zona 30, en el tramo comprendido entre el Blvd. Rosendo G. Castro y la Av. Independencia. Ese tramo es el que sirve de improvisado recinto ferial a los aproximadamente 40 stands, que conforman el Festival de la Papa 2020.
Cierto está que iba muy bien acompañada, rodeada de toda una cohorte, con gente del transformado de la papa, hoteleros, restauranteros, cocineros, planchas, freidoras, mandiles y cachuchas, que no pudimos comprar porque aún no conocían el precio, quizás por ser demasiado puntuales. Ay con ese ahorita que se alarga hasta ser ahorota.
En ese tiempo, los "apóstoles", perdón, mejor dicho los "curadores, los patrocinadores de la papa" y gerifaltes de la cosa pública, todavía no se hallaban, o al menos no de manera oficial.
Ya sabemos que las cosas de palacio van despacio -el refranero tan proverbial y rudimentario, siempre hará palidecer de envidia a Siri, Cortana y Alexa- y que la gente de a pie, el vulgo común, la societas, siempre va por delante de la gobernanza.
En este estado de cosas, poco antes de las 12 de la mañana, se abrieron las puertas, la caja de los olores y aromas, que se extendían por el ambiente. Se abrió la caja de Pandora culinaria causando estragos, atrayendo a todos cual agujero negro, o cuando menos como la flauta aromática de un Hamelin de la cocina, de las cocciones, que anticipándose a la vista iba guiando hasta algunos stands al público asistente.
Público asistente madrugador y previsor, acechando de manera perfecta, atentos a cualquier movimiento y aroma. De repente, se pudo observar cierta inquietud entre la gente, que con rapidez formó filas, a la perfección -todo hay que decirlo-, delante de ciertos stands donde apetitosas tortitas de papa, humeaban sobre la plancha.
No solo las tortitas fueron las responsables, también el juego de la canasta y hasta una ruleta de la suerte, que regalaba la posesión de una pequeña arpilla de papas.
Y claro, la música no podía faltar, ahí estaba el escenario con su respectivo grupo, mientras el personal lo disfrutaba, bien acomodado a la sombra, algo que por cierto, se agradecía en este día donde el astro rey se dejaba caer con ganas, en picado, agarrándose a la piel y asoleando a más de un confianzudo.