Endulzados los ánimos en el crucero de Santa María, toca la clásica parada en Cabanillas para curiosear, comprar artesanía en alguna de las tienditas o quizás disfrutar de una buena birria, enfilamos la suave bajada, llegando al destino, el cinco veces centenario Pueblo Mágico de El Fuerte. Tomando la calle 5 de Mayo, a pocos metros por delante se puede contemplar la Plaza de Armas, el Palacio Municipal y el Templo del Sagrado Corazón, una iglesia del siglo XIX construida en dos fases, pues en 1808 se terminó con techo de madera, sin torre, hasta que transcurrido unos cuantos años el techo fue modificado y añadida la torre, allá por 1889.
Conviene no tener prisa, aprovechar la oportunidad para visitar esta bella y sobria iglesia además de disfrutar de un tranquilo paseo, contemplando, observando cada una de las casas y hoteles que se encuentran a un lado y otro, hasta que de repente rompiendo el llano, aparece un altozano en el que se asienta sus cimientos la fortaleza que da nombre a la localidad. Antes de visitar el castillo hay que animarse y subir una pendiente, que aunque corta es empinada. También y para aquellos que se emocionan con fortalezas, torres y castillos hay que hacer notar que no es el original, pero invita a soñar, sobre todo cuando desde su almenado se puede contemplar a los pies el Río Zuaque.