DON QUIJOTE AGENTE DE VIAJES (I)
"Del
buen suceso, que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás
imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de
felice recordación"
Tal que así inicia el Capítulo VIII, de Don Quijote de la Mancha, dando cumplida cuenta de la memorable batalla, en la que se ocupó y entretuvo el Ingenioso Hidalgo de La Mancha.
Andaba el hombre por Campo de Criptana, cuando de repente, con unos tirones bruscos de rienda, detuvo a Rocinante, diciendo a su fiel escudero:
"La ventura va guiando nuestras cosas, mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes"
No hay duda de que a día de hoy, este afamado suceso continúa siendo uno de los más conocidos y recreados de la aventura quijotesca. Un acontecimiento, tan lastimoso como hilarante, que no deja impasible al lector, aunque sean muchas las veces que se lea y relea. No resta más que imaginar la cara, que ante tan desatinada afirmación se le puso al improvisado escudero, quien "pelando" los ojos solo acertó a decir:
"Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino".
Bruto pero paciente, el desconcertado Sancho dirigía estas prudentes reflexiones a su señor, en previsión de males mayores. Porque Sancho que cada vez conocía más y mejor a su señor, estaba cierto de que la actitud del Hidalgo nada bueno podía traer y no andaba muy desacertado a la vista de lo después ocurrió. Y es que sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, sin más espera ni explicaciones, picó espuelas a Rocinante y :
"Lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo".
El trance fue breve, pero rápido, resultando caballo y caballero volteados por igual, revolcados y algo más que golpeados. Pero Cervantes con este alocado episodio, no busca, sin más regalar al lector con una hilarante situación, sino la moraleja, la lección que se extrae de las desventura más que aventura:
"Y existiendo variadas y distintas interpretaciones del encuentro, más válidas y adecuadas a este caso son, las que por un lado identifican a los molinos como los continuos obstáculos que siempre se alzan frente al trabajo y la actividad diaria. Y por otro, la oposición y desafíos que nuestros ideales y objetivos enfrentan".
Efectivamente, así es y así sucede, en diversos ámbitos de actividad, de la vida, pero hoy y aquí, nos ocupa y preocupa la tocante a viajes y turismo, la de agente de viajes, actividad cada vez más atribulada. Por supuesto, nunca faltará quien sostenga, que a este punto se llegó de manera espontánea, aleatoria o casual, por causas o voluntades propias, o consecuencia de tiempos y cambios.
No es por controvertir, pero el motivo o causa, no encuentra acomodo en la "autogénesis" -hipótesis obsoleta desechada-, tampoco en una combinación de circunstancias o causas imprevisibles, complejas, "oséase" -como díria un castizo- el azar.
Descartada la causa o voluntad propia, ¿Pudiera ser consecuencia de los tiempos y su evolución? Bien podría concluirse que sí, que ahí se puede encontrar la causa eficiente y fatal, que desencadena el resultado.
Si Don Quijote de la Mancha, tan pleno de energías, ansias viajeras y aventuras renaciera nuevamente, ya retirado de la caballería, tras su derrota con el Caballero de la Blanca Luna, sin duda alguna fungiría como Agente de Viajes. Y sería grande su asombro, al "habérselas" con mayor número de molinos y de más variada índole que los de Campo de Criptana.
El de la Triste Figura, no iba a extrañar las pendencias y las malas artes que encontraba en su anterior ocupación caballeresca, pues en su nueva actividad iría bien provisto, nada falto de inconvenientes, obstáculos o desventuras, ni de gigantes, pícaros o malandrines.
Tampoco faltaríanle ocasiones para acometer lanza en ristre, contra la arrogancia, la imprevisión y desmemoria, contra los "Viajes Combinados y Servicios de Viajes", "Directivas", "Transposiciones", "Reglamentos" y otras pretenciosas regulaciones, de vocación ejemplarizante y decidida extraterritorialidad.
Y si no le parecieran bastantes, que espere las cuitas y pendencias, que proveerán "carreteros", "arrieros" "venteros" y "posaderos", amén de las que a como dé lugar, ocasionen y susciten los "mercaderes" de los viajes, "validos" y cortesanos.
Con estos argumentos y los que en el tintero aguardan una segunda parte, en este año del señor de 2020, el caballero haría más honor al apodo de " la Triste Figura", que Sancho otorgó a su señor, razonando de la siguiente manera:
"porque le he estado mirando un rato a la luz de aquella hacha que lleva aquel mal andante, y verdaderamente tiene vuestra merced la más mala figura de poco acá que jamás he visto y débelo de haber causado, o ya el cansancio deste combate, o ya la falta de las muelas y dientes...."
Y mientras Don Quijote, nuestro "Agente de Viajes", "vela" armas, para enfrentar con éxito, las muchas acechanzas, injusticias, peligros y despropósitos, de su próxima aventura -que llegará recargada- nos regala una sentencia, máxima, refrán o adagio -de más actualidad que nunca- que dio al infeliz Sancho, antes de partir como gobernador de Barataria.
D. Alonso Quijano nos prevenía:
"SI DA EL CÁNTARO EN LA PIEDRA, O LA PIEDRA EN EL CÁNTARO, MAL PARA EL CÁNTARO"
Refrán para recomendar prudencia a la hora de mantener disputas con personas más fuertes que nosotros, pues normalmente es la parte más débil la que termina más perjudicada.
Moraleja:
Siempre se rompe la soga por lo más delgado.