Castillo De Loarre I

02.11.2022

   En lo alto de un promontorio, dominando la llanura de la Hoya de Huesca, se alza firme y austero, el castillo románico mejor conservado de Europa. Es el Castillo Abadía de Loarre, cuya construcción comienza en el siglo XI, por mandato de Sancho III el Mayor, Rey de Pamplona, tiempos en los que parecía que el invasor musulmán, terminaría por apoderarse de toda la Iberia. Para enfrentar y frenar la amenaza, el rey Sancho, decidió reforzar la línea fronteriza de su reino con diversos baluartes. Por eso, en Loarre, villa perteneciente al antiguo Condado de Aragón, comenzó a levantarse esta sorprendente fortaleza, una excepcional atalaya donde diferentes monarcas, asentaron sus reales, desde Sancho III, Ramiro I, primer rey de Aragón, Sancho Ramirez, Alfonso X y hasta el mismo Rey Balduino IV, en "el Reino de los Cielos" (1).

    Este Castillo Abadía no se construyó en un día, debieron pasar varios años y diversos reyes, hasta que el Rey Sancho Ramírez -nieto de Sancho III-, en 1.071 emprende nuevas obras, ampliando el recinto y dándole la estructura que hoy en día presenta, a excepción de su muralla, de época posterior.

   También se debe a Sancho Ramírez el doble carácter de Loarre, Castillo y Abadía, en donde convive lo militar y lo monástico, al ser él quien ordena construir la Iglesia de San Pedro y el complejo monástico, que estará ocupada por una comunidad agustina, hasta que en 1.097 los frailes abandonan el cenobio, para no regresar. No serán los únicos, pues a medida que el enemigo pierde terreno, el castillo también pierde importancia defensiva, lo que provoca su paulatino abandono.


   El castillo se apoya sobre un peñón calizo que le sirve de cimientos, adaptándose el edificio a la peña, de ahí los diferentes desniveles y asombrosas soluciones constructivas. Sancho III, levanta la primigenia construcción en estilo románico, haciendo venir a los maestros lombardos. Sancho Ramírez, su descendiente, lo amplía conforme al nuevo estilo románico, con imaginativas y complicadas soluciones arquitectónicas.

   El recinto está rodeado por una muralla de 172 metros. Actualmente, el acceso se efectúa por la puerta oriental, flanqueada por dos torreones semicirculares.

      Claramente se ve como el ábside de la Iglesia de San Pedro, se apoya en la roca cual si fuera una prolongación de la misma. Es este un ábside semicircular, de tres cuerpos, reforzado con contrafuertes que evolucionan conforme la altura. Cada paño con una ventana en arco de medio punto, sobre columnas. En su interior presenta diferentes niveles, consecuencia del irregular terreno sobre el que se asienta.

Dentro del recinto, tras el camino de subida, aparece la entrada al castillo. Es una portada románica, conformada por tres arquivoltas de medio punto, con boleas: la arquivolta más externa, se sustenta sobre dos capiteles historiados, el izquierdo decorado con ornamentos vegetales, entre los que sobresalen dos humanos, en lo que parece una lucha. El derecho con dos cuadrumanos en cuclillas, tapándose los oídos. Traspasado el umbral, aparece la gran escalera ascendente, que lleva al templo de San Pedro.

   La escalera intramuros, bajo la Iglesia de San Pedro, salva el desnivel natural de la peña. Es una atípica escalera de tres calzadas, sirviendo la central, además para evacuar las aguas de lluvia, algo lógico y normal si se tiene en cuenta la peculiar estructura del edificio.

   En la escalera aparecen dos pequeñas puertas en los muros. A la izquierda lo que era el cuerpo de guardia y en la parte opuesta la de la Cripta de Santa Quiteria, donde en su día se custodiaron los restos de San Demetrio, mártir y protector de la religión. Una leyenda narra como sus restos llegaron al castillo a lomos de una acémila, que tras caminar sin ojos -pues se los extrajeron los habitantes de Jaca-, cayó muerta ante el castillo de Loarre. Así fue como los monjes franceses, cumplieron el pacto hecho con los jacetanos, conforme al cual, las reliquias quedarían allá donde la mula se parase. Reliquias que ante el abandono del castillo  terminaron en Loarre, en un altar de la iglesia parroquial de San Esteban, donde ahí siguen.

   Toda la escalera está cubierta por una bóveda de medio punto y la ornamentación tradicional, el ajedrezado jaqués. Sobre la entrada a la Cripta de Santa Quiteria, también puede apreciarse un inusual Crismón.

   En el remate de la escalera, se encuentra el acceso a la Iglesia de San Pedro, frente al cual puede verse un arco de apoyo de medio punto y la roca viva,  al igual que dentro de la iglesia.


   La iglesia consta de una única nave, coherente con el escarpado y limitado terreno. La cabecera con bóveda semicircular o de cascarón. Lo que constituiría el "crucero" en una iglesia "típica" aparece cubierta por una extraordinaria cúpula semiesférica, con 4 dobles trompas y 4 óculos.


Dobles trompas y óculos a modo de linterna.

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