"Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda".
Además de ese frugal menú, con el que el Hidalgo se mostraría más que satisfecho, pareciera que para el paciente y tragón Sancho, fuera conveniente añadir a los duelos y quebrantos, unas gachas, alguna perdiz en escabeche y cualesquiera otros platos de esos que tan típicos son de Almagro y la Mancha. Pero no solo de perdices o de un tiznao vive el almagrense y el visitante, siendo adecuado y gratificante saborear y honrar, como es de justicia a otros platillos.
Pocos habrán que no cedan ante la tentación, un buen plato de jamón, sea ibérico o blanco, de bellota o cebo, no es lo mismo, pero es igual, cualquiera de ellos perturba los sentidos, atrae las miradas y agua la boca. Solo, en virutas, en taco, con pan y hasta con herejías, las galletitas, pues sobre los melindrosos y los que van de puros, ni se ha escrito ni se escribirá, excepción hecha de la Biblia.
"Yo me atraco del jamón, y el envidioso sufre la indigestión".
En Almagro tan bien conocidos son Teo como su jamón, igual que su maestría en el corte. Pero siendo temprano, lo mejor es comenzar el día con un buen café con leche acompañado por dos tostadas de aceite y tomate. Y si el jamón es bueno, aún mejor el aceite de estas tierras, que por 5 veces ha sido premiado como el mejor aceite virgen extra del mundo en su variedad picual.