Concluida la reconquista de la Ciudad por el obispo Don Bernardo de Agén, allá por el 1124, da inicio la construcción de la Catedral de Sigüenza, construcción que se prolongará con diferentes obispos a lo largo del tiempo, nada más y nada menos que 400 años. De ahí que transite entre el románico y el gótico, con elementos barrocos y renacentistas.
Su fachada occidental está flanqueada por dos imponentes torres almenadas, que le concede un aspecto de fortaleza, siendo también conocida como la "Fortis Seguntina", claro reflejo de la situación y vicisitudes de la época.
La torre de la izquierda conocida como Torre de Don Fadrique tiene una altura de 41,7 metros, la de la derecha es la Torre de Las Campanas, con 40,5 metros.
La portada es de estilo románico, estando rematada por un relieve barroco representando el milagro de la imposición por la Virgen, de la casulla a San Ildefonso, con un complicado rosetón románico de 12 lóbulos, en la parte alta.
Tiene planta de cruz latina, con tres naves, destacando la central, de mayor altitud, 28 metros. En el suelo se encuentran numerosas laudas o lápidas sepulcrales, grabadas con epitafios y blasones.
La Capilla Mayor se cierra con una reja plateresca del siglo XVII, rematada por un Calvario y el escudo del Cardenal Mendoza. El Altar Mayor, obra de Giraldo de Merlo, muestra en su parte inferior horizontal o predela, diversas escenas de la pasión de Cristo. Ascendiendo al primer cuerpo, en la calle central, resalta un magnífico tabernáculo de tres pisos, flanqueado por San Pedro y San Pablo.
En su segundo cuerpo, en la calle central, destaca la Asunción de la Virgen, en los laterales la Adoración de los Reyes y la Natividad.
Coronando el retablo, un escudo del Obispo Fray Mateo de Burgos, sostenido por dos ángeles y dos virtudes.
Una verja renacentista cierra el coro, con imagen de la Virgen del Rosario en la parte central, Santo Domingo de Guzmán y Santo Tomás de Aquino a los lados. Obra patrocinada por el obispo Pedro de Tapia (obispo entre 1645 y 1649). En la parte central, Cristo Crucificado y a los lados, la Ascensión y Pentecostés.
- Trascoro de la Virgen de la Mayor, estilo barroco, columnas salomónicas. Talla románica de la Virgen de la Mayor.
-Capilla de San Miguel Arcángel en el muro del trascoro, estilo barroco y en el que aún pueden verse restos de pintura mural más antigua. Al comienzo de la nave del Evangelio, se puede apreciar la Capilla de la Inmaculada, de estilo Cisneriano.
-Capilla de la Anunciación. Arco de medio punto. Combina el estilo mudéjar con plateresco. A cada lado San Miguel Arcángel y Santiago Apóstol.
-Capilla de San Marcos y Santa Catalina. Tríptico escuela castellana, siglo XVI.
En el Presbiterio se alojan diversos enterramientos.
- Muro Epístola Capilla Mayor. Sepulcro del Cardenal de San Eustaquio. Sobre la puerta de la Girola. En piedra y de 1426.
- Muro epístola Capilla Mayor. Sepulcros de Gómez Carrillo de Albornoz y su esposa.
- Muro presbiterio. Sepulcro Obispo Fray Alonso.
Traspasando la reja de la Capilla de San Juan Bautista y Santa Catalina, en un sepulcro exento, aparecen las estatuas yacentes de Don Fernando de Arce y Doña Catalina de Sosa, padres del Doncel de Sigüenza. Es este un bello monumento funerario, de estilo renacentista y labrado en alabastro, con profuso detalle y simbolismo, como los laureles sobre los que descansa la cabeza de Don Fernando -atributos de valentía y gloria-, o los canes a sus pies, representación de la fidelidad.
La sepultura adosada de D. Martín Vázquez de Sosa, abuelo del Doncel. Su cabeza reposa igualmente, sobre laureles y sus manos en la espada. En la peana, su escudo de armas, sujetado por dos niños.
Sepultura de Doña Sancha Vázquez, esposa de D. Martín, abuela del Doncel. Con hábito.
Sepultura de D. Fernando Vázquez de Arce, hermano del Doncel, Obispo de Canarias y consejero del Rey Fernando el Católico. Se lleva a cabo su sepultura renacentista, en un arco de medio punto abierto en los muros. Yacente sobre un féretro, con las manos juntas en oración, tocado y vestido con los ornamentos correspondientes a su dignidad eclesiástica.
Pero si una tumba hay, que indudablemente llame la atención del visitante, esa es la del personaje que aquí yace, el Comendador D. Martín Vázquez de Arce, el famoso "Doncel de Sigüenza".
Un arcosolio alberga el monumento funerario, que aparece presidido por unas pinturas de la Pasión de Jesucristo, bajo ellas la lápida funeraria donde se hace constar, que el caballero fue muerto por los moros, en la vega de Granada, cobrando su cuerpo Fernando de Arce su padre, sepultándolo en esta su capilla, en el "año MCCCCLXXXVI. Año en que fueron tomadas la ciudad de "Loxa, las villas de Illora mocli y mote frio", cerco en el que padre e hijo se hallaban.
La estatua, esculpida en alabastro es una sepultura única, no solo por la belleza en conjunto del monumento funerario gótico, sino por la singularidad de una escultura, que se aparta de lo habitual en la época. El Doncel no aparece yacente, se encuentra recostado, medio incorporado, con el antebrazo apoyado en un fardo de heno; las piernas entrecruzadas elegante y relajadamente, mientras a sus pies un joven paje lo contempla doliente, junto a un león.
La cabeza parcialmente cubierta, por un casquete del que sobresale una descuidada melena; capa que cae hacia atrás, portando armadura y cota de mallas, con la cruz de la Orden de Santiago, así como puñal al cinto.
En las manos, sujeta un libro abierto que lee sereno y concentrado. La cuestión que se plantea es, qué significa el libro y de qué lectura se trata. ¿Acaso nuestro Doncel concentra su atención en un libro de oraciones, quizás en la Eneida de Virgilio, que le ensimisma?
En el sarcófago, dos pajes sujetan el escudo familiar, de nuevo la valentía, simbolizada por las tres cabezas de león en el suelo.
"Recuerdo que dentro de la iglesia, en un rincón de la nave occidental, hay una capilla y en ella una estatua de las más bellas de España. Me refiero al enterramiento de Don Martín Vázquez de Arce". Es un guerrero joven, lampiño, tendido a la larga sobre uno de sus costados. El busto se incorpora un poco apoyando un codo en un haz de leña (1); en las manos tiene un libro abierto; a los pies un can (2) y un paje; en los labios una sonrisa volátil.
Palabras de admiración y elogio, que Don José Ortega y Gasset, pronunció en el momento en que tuvo la espléndida estatua del "Doncel ante sí". No solo admirado, parece que también pendiente de cada uno de los muchos detalles que luce la escultura.
Quizás, gracias a tal descripción, Don Miguel de Unamuno decidiera ir hasta Sigüenza, para poder contemplar personalmente tan excepcional monumento. Y quizás tan gran admiración sintió, que se dejó llevar calificando de doncel a quien fuera caballero, cosa no tan extraña, pues ya antes hubo quien se refirió con semejante denominación a Don Martín Vázquez de Arce.
(1) Más bien de heno.
(2) Es un león.