Castillo de Loarre I

02.11.2022

   En lo alto del promontorio, dominando la llanura de la Hoya de Huesca, se alza firme y austero, el castillo románico mejor conservado de Europa. Este es el Castillo de Loarre, una construcción que inicia en el siglo XI, por mandato de Sancho III, "el Mayor", rey de Pamplona, en una época en la que parecía, que el invasor musulmán lograría apoderarse de toda la Iberia.    

   Para enfrentar y frenar la amenaza, el rey Sancho III, decide reforzar la línea fronteriza de su reino con nuevos baluartes, así en Loarre, perteneciente al antiguo Condado de Aragón, manda erigir esta sorprendente fortalez, la excepcional atalaya, donde diversos monarcas, asentarán sus reales,  desde Sancho III, Ramiro I de Aragón, Sancho Ramirez, Alfonso X,  hasta el mismo Rey Balduino IV, en "el Reino de los Cielos" (1).

   

   El mismo peñón sobre el que se asienta, le sirve de cimientos, adaptándose perfectamente el edificio a la topografía del terreno. Sancho III el Mayor hace venir a los maestros lombardos, por lo que el primigenio edificio se construye siguiendo esta variante regional. Sancho Ramírez, rey de Aragón (1063-1094), viaja a Roma convirtiéndose en vasallo del Papa, introduce el Rito Romano en España y acomete la ampliación de la fortaleza, conforme al nuevo estilo románico, lo que se lleva a cabo, mediante imaginativas y complicadas soluciones arquitectónicas.

   Entre otras, se construye una nueva iglesia, la de San Pedro y un cenobio monacal, transformando la fortaleza en un castillo-abadía, donde conviven lo militar y lo monástico, distribución que -pese a la devastación y ruina padecida-, se ha mantenido hasta la actualidad. La muralla pertenece a época posterior.

   El complejo monástico lo habitará una comunidad agustina, hasta que en 1.097, los monjes abandonan el cenobio, para ya no regresar. No serán los únicos, pues a medida que el enemigo  retrocede, también el castillo pierde importancia defensiva, cayendo en un progresivo abandono.

   La muralla que lo circunda parcialmente, tiene una longitud aproximada de 172 metros. Actualmente se accede por la puerta oriental, que está flanqueada por dos torreones con planta semicircular.

     Se ve claramente, cómo el ábside de la Iglesia de San Pedro se aferra a la roca, como una prolongación de la misma. Es un ábside semicircular, de tres cuerpos, reforzado con contrafuertes, que evolucionan conforme avanza en altura. Cada paño, con una ventana en arco de medio punto sobre columnas.

   Pasada la puerta oriental, un corto tramo de camino ascendente conduce hasta la entrada, una portada injertada, románica -como afirma García Omedes (1)-, en  arco de medio punto y arquivoltas con bocel. Sobre ella, los restos de lo que fue un friso corrido. Las arquivoltas, se apoyan sobre dos capiteles historiados, el izquierdo, ornamentado con motivos vegetales y dos humanos luchando, o según otras versiones, una conocida escena bíblica, la de Abraham y el sacrificio de Isaac; en el derecho, dos cuadrumanos en cuclillas, tapándose los ojos y los oídos, avisando de que todo lo que

  Traspasado el umbral, aparece una escalera, tan inesperada, como monumental, que pasando bajo la Iglesia de San Pedro, salva el desnivel natural de la peña. La escalera está compuesta por tres calzadas, la parte central, además, sirve como evacuación de las aguas de lluvia, algo lógico y normal, teniendo en cuenta la peculiar estructura y desniveles del edificio.

   Apenas se asciende unos pocos peldaños, dos pequeñas aberturas en los muros llaman la atención; Por el de la izquierda se accedía al cuerpo de guardia y por la del muro opuesto a la Cripta dedicada a Santa Quiteria, donde se custodiaban los restos de San Demetrio, mártir y protector de la religión. Cuenta la leyenda, que los restos del Santo llegaron al lugar, a lomos de una acémila manejada por monjes franceses. Al parecer, la mula tras caminar sin ojos -extraídos por los habitantes de Jaca -, cayó muerta ante el castillo de Loarre. Así fue, como los monjes cumplieron el acuerdo alcanzado con los jacetanos, por el cual, las reliquias quedarían allá donde la mula se parase. Tras el abandono del castillo, fueron trasladadas a un altar de la iglesia parroquial de San Esteban, en el pueblo de Loarre.

   La escalera cubierta por una bóveda de cañón, ornamentada longitudinalmente con el típico taqueado o ajedrezado jaqués. Sobre el arco de entrada a la Cripta de Santa Quiteria, se encuentra esculpido un singular Crismón.

   En la parte alta de la escalera, lo que es el primer piso del edifico, por el lado izquierdo se accede a la Iglesia de San Pedro, mientras que una galería en la parte derecha lleva hasta monasterio y la parte alta del castillo. Bajo un arco de medio punto, en lo que serían los restos de una antigua tumba, aparece la roca viva, igual que al interior del templo.


   La planta de la iglesia, consta de una única nave -debido a lo limitado del terreno-, su cabecera de bóveda semicircular o de cascarón. La nave única, aparece cubierta con una extraordinaria cúpula semiesférica, que se sustenta sobre 4 dobles trompas y cuatro óculos para la entrada de luz.


Dobles trompas y óculos.

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