Desde la capital valenciana, en tren, línea de cercanías C3, se puede llegar a Buñol en una hora y diez minutos, siempre que no haya uno de los habituales y típicos retrasos. Esta población se encuentra a 400 metros sobre el nivel del mar, en la zona central de la Comunidad Valenciana y la comarca de su mismo nombre, la Hoya de Buñol. Y también aquí es donde comienza una zona montañosa, que no cesa hasta llegar a la conocida como Plana de Utiel-Requena, donde la orografía se concede un leve descanso.
El nombre de Buñol se asocia a la Tomatina, la ya internacional fiesta del lanzamiento de tomate, que tanto motiva y atrae a locales y extraños, y si hay alguna duda, que se lo pregunten a los japoneses. Pero también por sus bandas de música, la Armónica y la Artística, o "el litro" y "los feos", como popularmente se les conoce. De ellas y de su rivalidad, musical por supuesto, se hablará en otro momento, quizás aprovechando uno de sus memorables "mano a mano".
La ruta hacia el castillo es fácil, la Plaza de las Ventas se divisa a poco más de 100 metros de la estación de trenes, siendo todavía llana y cuya señalización ayuda al caminante a tomar la dirección correcta, bien sea hacia el Barrio Antiguo, el Castillo o hasta una seductora ruta del agua.
Desde este punto, el trayecto no es largo, pero eso sí, de llano tiene poco, porque desde la Plaza al Castillo, todo es cuesta abajo, hasta algún tramo de escaleras hay, según se vaya por la izquierda o por la derecha, pero con la debida calma, todo se alcanza. El problema surge al regreso, pues la cosa se invierte, tornándose cuesta arriba lo que antes era bajada; queda hecha la advertencia.
Dos peñas sustentan a esta fortaleza de Buñol, la que antes fuera el "Al Bunyul" almohade, construido por ellos sobre una anterior fortaleza romana, permaneciendo ocupada hasta la reconquista por el Rey Don Jaime I, en 1238.
Acabada la bajada, asomando por una esquina, aparece el profundo foso natural, salvado por un puente -quizás levadizo en su día-, que conduce hasta la puerta de la torre central, hoy en día sin reja, facilitando el acceso a un gran patio de armas, donde todavía se asientan y son habitadas algunas viviendas particulares, una consecuencia más de tiempos pasados, de olvido gubernativo, en los que a veces fue cedido y otras ocupado por vecinos, que se aprovecharon de sus muros, cuando no de las piedras.
Dos torres almenadas, de menor tamaño, flanquean a la de la entrada. Las tres poseen elementos del gótico valenciano, como claramente dejan ver la cantería y los característicos arcos de ojiva. Solo dos son visitables, ascendiendo por una escalera de hierro.
El Castillo está formado por dos recintos, en los que claramente pueden distinguirse dos fábricas y materiales diferentes.
Desde la Plaza de Armas, hay que atravesar un paño de muralla, otro foso más con su puente y un pasadizo o túnel, que atravesando la torre del homenaje conduce hasta un segundo recinto, en donde se encontraba la residencia del noble o señor del lugar, que en los últimos tiempos fue la familia Mercader, hasta 1835, fecha en la que los vecinos se liberan del señorío.
Y ahí, es donde aparecería el Palacio Gótico, la residencia de los señores y la Iglesia del Salvador. De aquel Palacio Gótico y sus tres plantas, únicamente queda la llamada "Sala de lo Oscurico", en la que destacan cinco arcos diafragmáticos, que hoy en día funciona como sala de exposiciones.
El palacio de los señores, palacio renacentista lo ocupa la oficina de Turismo y el Museo Arqueológico.
El Museo Arqueológico en su interior se encuentra un antiguo Pozo Noria.
La Iglesia del Salvador, del siglo XIV, se asienta sobre una antigua mezquita. El techo es de bóveda de medio punto, con dos arcos fajones. En época posterior fue reformada en estilo barroco, estilo hoy en día prácticamente inexistente por mor del abandono y ocupaciones sufridas. Mantiene seis lunetos, pequeñas bóvedas secundarias, de uso frecuente en el Barroco y que sirven para aumentar la iluminación interior. Dos de ellos conservan parte de aquella decoración, destacando las columnas salomónicas. Hoy funciona como Museo Etnográfico.
Contiene una muestra de los oficios tradicionales y sus herramientas, así como objetos y utensilios de la vida diaria.
En la zona Sur, se encuentra la Torreta, que da a la calle Mallorquines, nombre que le viene dado porque antiguamente Buñol fue repoblado con mallorquines; es esta una antigua torre albarrana, que en origen estaría separada, vigilando y comunicando con la parte baja de la población. Sobresale su matacán, elemento propio de la defensa y la ventana bífora o geminada.
La privilegiada situación de la fortificación, permitía controlar la población y cualquier movimiento que hubiera, kilómetros arriba o abajo de Buñol.
El castillo es una privilegiada atalaya, donde disfrutar de una magnífica puesta de sol sobre el pueblo de Buñol. Pero ya estando ahí, merece la pena esperar hasta anochecido, cuando las luces se encienden y el castillo resplandece, mágico, grandioso, como en sus tiempos gloriosos.
¿Imaginas disfrutar de la cata de un gran vino, en este mágico entorno?